La cerámica fue la primera
manifestación plástica en Mesoamérica, aproximadamente en el preclásico 2,500
a.C. El barro se encontraba en la
naturaleza y para trabajarla se dejaba secar, se pulverizaba, se limpiaba de
piedras, luego se mezclaba con agua hasta conseguir una masilla. Las piezas se dejaban cocer al sol y
posteriormente al fuego en hornos.
Eulalio Ferrer en su trabajo
de “El color entre los pueblos nahuas” describe
la devoción del mesoamericano por el color, y cuánto experimentaban para obtenerlo
ya sea de los insectos, de la madera quemada del palo de Campeche, de las
flores, de los óxidos de hierro, de moluscos, de las semillas y frutos y hasta
de las raíces. Horacio y Lena García
en “La química en el arte” explica:
“había dos grupos expertos en la producción de colores: los tlacuilos o pintores y pintores y
escribas, o tlahpaquis o tintores,
ambos grupos eran una especie de sacerdotes que poseían un profundo
conocimiento mítico y simbólico del color.
Los pigmentos se vendían en polvos o mezclados con adherentes como la
baba de nopal en los tianquismeh o
mercados. 1
Los
vestigios cerámicos de Colima poseen el color y el brillo de la terracota, sólo
los pertenecientes a la fase Ortices tienen elementos guindas. La cerámica de la fase Comala que va del 1 –
500 d.C. es excelsa por su precisión circunscrita en figuras geométricas, por
la fuerza visual y su armonía. De
acuerdo a Laura Almendros el ceramista de este período tuvo libertad plástica y
modelaba a mano porque
era una sociedad
poco institucionalizada, no como en Teotihuacan o Tula que tenían una clase
jerárquica que controlaba la expresión artística.
El
Dr. Patrick Johansson en su artículo de “Mitología,
mitografía y mitokinesia”, relata que en el
mundo náhuatl precolombino en los textos “ya sean verbales, pictóricos o
dancísticos muestran una estructuración del sentido donde lo sensible y lo
formal ocupan un lugar preponderante, un mensaje no se consideraba como
comprendido hasta que fuera sentido, el
hecho de que en náhuatl el mismo significante mati cubra campos
semánticos como saber y sentir es una prueba fehaciente de
ello. Esto habla de un pueblo
sensible que lo mismo escribía poesía,
esculpía o modelaba, concebía música o edificaba obras arquitectónicas”. 2
1 Ver. RODRÍGUEZ, “El
color entre los pueblos nahuas”, p. 214.
2 Ver. JOHANSSON, “Mitología, Mitografía y Mitokinesia”, p. 19.
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