viernes, 10 de junio de 2016

El perro prehispánico de Colima.

Desde tiempos inmemorables el perro ha sido una criatura cotidiana en la vida del colimense,  en la época precolombina fue domesticado y consumido; al respecto Armando Martínez de la Rosa escribe “parece ser un hecho innegable que dos eran las razas que acompañaron a los antiguos colimotes en su vida cotidiana y sus rituales religiosos: el esbelto xoloitzcuintli y el regordete y chaparro tlalchichi” 1. Ambos eran mudos y pelones, el tlalchichi tenía una dentadura normal y completa, a diferencia del xoloitzcuintli que los tenía chuecos e incompletos2.  Durante la tradición Comala (1 – 500 d.C.) fueron modelados en arcilla con una exquisita destreza en distintas actitudes desde los estilizados en posición sedente a los cebados sobre cuatros patas, hay perros que aullan, otros que duermen, una pareja que baila, unos portan una máscara de hombre o una mazorca en el hocico, hay figurillas de siameses y gran  variedad de vasijas.

En el mundo náhuatl el perro tenía varios significados simbólicos, fue el dios Xólotl, la estrella de la tarde, hermano gemelo de Quetzalcóatl estrella de la mañana y representaba su contrario: oscuridad, inframundo y muerte.  Xólotl tenía la función de transportar al sol en el atardecer hacia el reino de la oscuridad, 3  del mismo modo que el espíritu del perro guiaba al de su  amo al Mictlan o  reino de la muerte.

La reproducción de xoloitzcuintlis y tlalchichis es la artesanía étnica más popular que decora hogares, oficinas y espacios públicos, es el tema de obras gubernamentales como la glorieta de los perros bailarines que “observan” a transeúntes y automovilistas rumbo al pueblo mágico de Comala, y de trabajos  independientes como el “hibrido” en “Artemisa” de Patricia Ramírez Pérez.   Así el alma del que fuera el acompañante del mesoamericano al Mictlan, sigue en la vida del colimense para fortalecer la identitidad regional y evocar su pasado prehispánico.

1 y 2 Ver. MARTINEZ DE LA ROSA, “Diario de Colima” 8 de junio, p. 4-A, Colima, 2008.

3  Ver. DE LA GARZA MERCEDES, “Arqueología Mexicana” p. 28, Vol.VI , No. 35.




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